<<Somos titeres de nuestras neuronas>>
Ranulfo Romo es Investigador de la Universidad Nacional Autonoma de Mexico, actualmente esta investigando las bases neurologicas en las tomas de decisiones.
Ranulfo Romo estuvo en España con motivo del XV Congreso de la Sociedad Española de Neurociencias,
celebrado en Oviedo del 25 al 27 de septiembre. Investigador del
Instituto de Fisiología Celular de l Universidad Autónoma de México
(UNAM) y miembro del Colegio Nacional de Mexico, su trabajo se centra en
comprender qué hay detrás de la toma de una decisión. “Probablemente tomar una decisión es el mecanismo cumbre de nuestro cerebro.
Y dado que no tenemos acceso directo a los procesos finos de la
maquinaria cerebral, tenemos que generar modelos experimentales, en mi
caso utilizando primates, que en la escala sensorial, motora y de
memoria a corto plazo tienen un cerebro muy parecido al nuestro. En
monos entrenados para
tomar decisiones como evaluar opciones o información sensorial, podemos
estudiar directamente las neuronas involucradas en esta función. Lo
bonito de esto es que detrás de una decisión perceptual podemos estudiar
mecanismos muy básicos aún no bien conocidos, como por ejemplo cómo se
representa la información del mundo externo en nuestro cerebro. Por
ejemplo, cuando vemos una cara, ¿se ve en el cerebro?, o ¿qué
representación hay en el cerebro auditivo cuando oímos una voz? Y lo que
hemos visto es que hay una copia cerebral, neuronal, muy dinámica, de
lo que ocurre en el mundo externo. El mundo que percibimos tiene una
representación física en la actividad de nuestras neuronas.
-La coordinación de chispas eléctricas, que es el lenguaje
de las neuronas, que se coordinan en un instante del tiempo y
representan variables físicas de los estímulos. Se puede
decir que las secuencias temporales de una palabra se representan en
las chispas eléctricas de las neuronas, es una especie de código digital
para reconstruir las imágenes del mundo externo. Esas representaciones
son muy útiles porque nos permiten sentir y, como material primario,
generar los procesos de percepción. Por ejemplo, en el caso del
reconocimiento de una cara, lo reconocemos porque se combina lo que
guardamos en la memoria y la representación sensorial inmediata, que se
produce en ese momento. Al cotejarlo se reconoce a la persona. Si falla
la memoria no sabemos quién es, y si falla la representación sensorial
tampoco, como ocurre en Alzheimer, donde se han perdido los circuitos
cerebrales de la memoria. Se pueden representar los atributos físicos
pero no se pueden combinar con los guardados en la memoria y no lo
reconoceríamos, ni podríamos entender las palabras que escuchamos. Hace
falta la información sensorial inmediata más representación del código
para decodificar las palabras. Esto nos permite estudiar en qué parte
del cerebro y en qué forma guardamos la información y podemos encontrar
el código neural de la memoria. Y ver cómo se combina con la entrada
sensorial. Y la parte cumbre de todo esto es la toma de una decisión:
ahí está esta persona que conozco.
-Según esto, todo lo que hacemos a diario son decisiones...
Absolutamente todo. Y, por ejemplo, cuando tecleamos en el
ordenador, el cerebro está tomando decisiones muy rápidas para escribir
lo más relevante.
-¿Cómo
sabe una neurona lo que es más importante? Tomamos nosotros esa
decisión o es una ilusión y en realidad la toman nuestras neuronas?
-Es una ilusión creer que somos dueños de nosotros mismos y
tenemos control de la toma de decisiones. Quienes toman las decisiones
son los circuitos neuronales, que en su trabajo por detrás del nivel de
conciencia y hacen estas operaciones finalmente mandan una decisión para
que creamos que la hemos tomado nosotros. Es cierto que parece que hay
un tiempo muy corto, donde interviene la conciencia, y se puede vetar
esa decisión. Pero es muy corto, y ahí intervienen mucho los sistemas de
educación familiar, que nos hacen ser prudentes. Porque tomar una
decisión tiene muchas consecuencias para bien o mal. Y detrás están
todos los valores, y tenemos circuitos que le dan valor al contenido de
una decisión. Hay decisiones fáciles, difíciles y otras imposibles, pero
hay que hacer algo siempre. Aunque sea no hacer nada, que ya es una
decisión que tomó el cerebro
-¿Qué circuitos están implicados en la toma de decisiones?
Cuando se trata de evaluar el contenido de la información
que entra por nuestros sentidos, por ejemplo, documento que tiene
información, entra por la vista, al leerlo, se representa en la corteza
visual y luego viaja por muchos circuitos cerebrales hasta ir a
cotejarse con su experiencia, con la información adquirida a lo largo de
la vida para tomar una decisión. Hay múltiples circuitos de neuronas
que se coordinan espacial y temporalmente para tomar decisiones. Los
circuitos muy bien integrados optimizan una decisión. Por ejemplo, los
de un ingeniero, un abogado, un médico o un tenista como Rafa Nadal, que
basados en la experiencia toman una decisión. Nadal debe tener un
circuito muy interesante para coordinar la información visual, auditiva y
propiceptiva –que proporciona información sobre la posición del cuerpo-
y evalúa de donde llegan las bolas y cómo responder. Estos circuitos
tiene que ver con la experiencia previa y el entrenamiento.
-¿Estas habilidades para tomar decisiones son innatas o se pueden entrenar?
-Esa cuestión es un eterno debate. Hay quienes piensan que
se nace con circuitos óptimos para ser algo concreto en la vida. Otros
tienen la postura de que es una cuestión de educación. Yo pienso que es
la combinación de ambas cosas, que hay factores genéticos que optimizan
la circuitería cerebral y también que con entrenamiento, es decir, con
educación o ejercicio, nosotros podemos hacer circuitos muy óptimos para
tomar decisiones. Un cerebro no entrenado, aun con circuitos óptimos,
no va muy lejos. Y a la inversa un cerebro mal construido y bien educado
tampoco. Se requiere una combinación de ambas cosas, pero la educación
es fundamental.
-¿Las emociones interfieren en la toma de decisiones?
-No solo somos entes racionales. Tenemos también un cerebro
emocional. Y así como se combina la información sensorial con la
memoria y el aparato motor, también lo hace con el aparato emocional.
Las emociones también le dan color a nuestras decisiones. Tiene que ver
con los procesos de todos los días, en la que obtenemos recompensas.
Cada vez que tomamos una decisión correcta, el cerebro nos da una
recompensa. Y tenemos circuitos cerebrales que dan valor a nuestras
decisiones. Hace años participé en estos experimentos donde descubrimos
que había circuitos cerebrales que tienen una molécula llamada dopamina,
que da valor al contenido de la información. Sin este valor no podemos
aprender ni memorizar, y por tanto sin dopamina la vida podría ser un
desastre.
-¿El sistema de recompensa del cerebro está implicado en la toma de decisiones?
Totalmente. Nuestro cerebro busca recompensas todos los
días. Al llegar a casa busca que le reciban bien, que la comida sea
sabrosa, que la cama sea la adecuada para un buen descanso, que le
llamen sus amigos y le demuestren su afecto. Si hacemos algo mal, como
no pasar un examen, no es recompensado, y la recompensa es tan negativa
que puede hacer que nos deprimamos. Este sistema de recompensa da valor a
lo que recibimos a cambio de las decisiones que tomamos.
-¿Se puede cambiar esta valoración cambiando nuestra forma de pensar?
-Los psiquiatras, que son más prácticos, le pueden dar una
pastilla. Pero cuando se tiene un problema, el hecho de comentarlo con
alguien también ayuda. Nuestra vida es importante siempre y cuando uno
tenga un impacto en el otro. Solos no somos nadie. Somos alguien por los
demás. Yo no sabría si mis decisiones son o no correctas si los demás
no me dan una referencia.
-¿La toma de decisiones es exclusiva de nuestra especie?
No. Hasta un gusano como Caenorhabditis elegans tiene que
tomar decisiones. Y nos parecemos en que son categóricas. Quizás en lo
que nos diferenciamos es que yo puedo posponer mis decisiones y no estoy
seguro de que el gusano pueda hacerlo. Las decisiones dependen mucho
del medio y del contexto donde esté cada organismo. Aunque son
categóricas en ambos casos, las del gusano C. elegans son muy
diferentes.
-¿Mucha información perjudica la toma de decisiones?
-No lo creo. Es bueno tener información, pero más
importante que eso es tener conocimiento. El paso de información a
conocimiento es muy importante. Quizá es algo que aún no se ha evaluado
muy bien en nuestras sociedades, porque ahora tenemos acceso a la
información, que a veces se confunde con conocimiento. Ese paso
significa que damos sentido a la información y que se usamos para un
propósito. Cuando leo el periódico tengo acceso a la información. Pero
con detalle solo le presto atención a la que es útil para mi vida y la
incorpora a mi conocimiento. Y eso requiere una toma de decisiones
-¿Podrán las máquinas tomar decisiones mejor que nosotros en un futuro, un robot, por ejemplo?
-Decisiones razonadas como las nuestras, no creo. Pero hay
algo muy importante. Hace unos meses escribí el prólogo de un libro
sobre la consciencia y el autor hace énfasis en si podremos generar
alguna vez una conciencia artificial. Una consciencia artificial
significa un conciencia capaz de evaluar información, de sentir,
percibir y tomar decisiones razonadas y con emociones. El autor sugiere
que sí y lo argumenta. Yo dudé, pero me acordé del libro de Verne “Viaje
a la luna”. El libro tardó cien años en hacerse realidad. No quiero ser
profeta pero quizá en cien años tengamos una consciencia artificial. Y
no sé cómo se transformarían nuestras vidas. Crearíamos organismos
autónomos con capacidad para tomar decisiones. Y no sé como podrán
interaccionar los seres biológicos con esos seres. Que después se
podrían autoconstruir y generar su propia cultura “artificial”. Yo no lo
voy a ver, pero, basándome en lo que ocurrió con Julio Verne, creo que
todo lo que uno se imagina algún día lo cristalizará.
-Julio
Verne, aunque era abogado, tenía una gran afición por la ciencia y
estaba muy al tanto de los avances científicos, de forma que podía
intuir que cosas serían factibles en un futuro relativamente cercano y
cuáles no. ¿Con el conocimiento que tenemos ahora sobre el cerebro
podríamos llegar a crear una consciencia artificial? ¿O pasará como con
la máquina del tiempo imaginada por H.G. Wells, contemporáneo de Verne,
que hoy sigue siendo una ficción?
-Por el momento crear una consciencia artificial es
prácticamente imposible. Tendríamos que conocer el cerebro muy bien para
llegar a eso…y me gustaría que nunca sucediera. Pero dado el avance
científico, muy rápido, vamos conociendo los secretos de nuestro propio
cerebro. Pero cabe la duda y la posibilidad de que el cerebro mismo,
como se estudia a sí miso, nos genere una trampa de forma que nunca
podamos conocerlo en su totalidad. Y en ese caso generaremos máquinas
imperfectas, perfectas sólo para el automatismo, como los ordenadores,
que tienen una capacidad de cálculo superior a la nuestra, pero que
funcionan sólo con nuestras instrucciones, en forma de programa. Lo que
sabemos del cerebro actualmente es mucho y muy poco al mismo tiempo.
Sabemos dónde y en qué parte ocurren los procesos cerebrales, pero cómo
ocurren, los principios básicos, no solo sabemos.
-¿La
teoría del gen egoísta de Richard Dawkins, para explicar las bases
biológicas de nuestra conducta, podría interpretarse como “la neurona
egoísta”, que toma decisiones por nosotros y nos hace creer que son
nuestras?
-Este asunto de Dawkins lo discutía hace poco con mi
esposa. Con mi cerebro consciente he decidido preservar mis genes a
través mis nietos. Y ocupo mucho de mi tiempo en seguirles de cerca en
su educación, llevarles al colegio, enseñarles cosas útiles. No es que
quiera hacerlos a mi imagen y semejanza, sino que quiero contribuir a su
educación. Y reflexionando con mi esposa, me di cuenta de que en el
fondo lo que a mí me interesaba era, en mi egoísmo, es que mis neuronas
estaban decidiendo que teníamos que preservar nuestros genes. Es
probable que no seamos otra cosa que títeres de nuestras neuronas. Y que
todas nuestras decisiones es producto de nuestra maquinaria cerebral. Y
nuestra conciencia no es más que un producto emergente que es muy
difícil de ubicar en un lugar concreto, porque es producto de la
actividad de nuestras neuronas.
-Esto que dice pone en tela de juicio el libre albedrío…
- Ese es un tema que me interesa mucho. Hace un año
organicé un simposio en el colegio Nacional de México, con
personalidades de diversos ámbitos, para discutir si nuestras acciones
están determinadas o si tenemos libre albedrío. La conclusión a la que
llegamos fue muy interesante: Los físicos y matemáticos, en su mayoría,
dirán que todo está determinado. La mayoría de los biólogos pensamos que
hay cierta libertad. Sin embargo, hay un experimento muy bonito de
Benjamin Libet, en el que registraba la actividad cerebral de sujetos a
los que pedía que hicieran un movimiento cuando quisieran, y mientras
Libet registraba la actividad cerebral. Y encontró que mucho antes de
que los sujetos decidieran mover el dedo, las neuronas se activaban un
segundo antes. Y al ver este resultado les preguntó cuando notaron que
querían hacer ese movimiento. Y encuentra que 300 milisegundos antes las
neuronas estaban activadas, y llega a la conclusión de que todo
movimiento voluntario es involuntariamente iniciado y que todo acto
conscientemente iniciado es inconscientemente iniciado. Si esto fuera
cierto eso quiere decir que no tenemos libre albedrío. Sin embargo,
existe la posibilidad de que tengamos una franja de tiempo muy corto
donde podemos juzgar ese deseo, esa intencionalidad y dejarla pasar,
bloquearla, vetarla o modularla. Puede que lo asesinos tengan mucho más
corto este tiempo y no puede cancelar la ejecución de la acción. Si
existe el libre albedrío tendríamos una franja de tiempo muy corta para
modular nuestras acciones y decisiones.
-
Entonces, la frase de Cajal, padre de la neurociencia moderna, que dice
que un hombre puede, si se lo propone, esculpir su propio cerebro,
¿cómo encaja?
-Por supuesto, porque en el fondo, una vez que he tomado
una decisión recibo un feedback externo que va moldeando mis acciones.
De hecho, se dice que sólo se aprende de los errores, y no de los
refuerzos positivos, o éxitos. Si Nadal no se entrenara, por más
actitudes que tenga, no sería el campeón que es ahora. Si don Santiago
Ramón y Cajal no hubiese pasado horas y horas al microscopio viendo las
muestras de tejido que preparaba, nunca hubiese podido ser el gran
neurobiólogo español, quizá el más grande todos. Y se hizo a sí mismo,
con muy pocos recursos. Cuando tomamos un libro para leerlo, por
ejemplo, supone una opción personal, una disciplina para sentarse y
leerlo. Toda acción tiene un coste con un refuerzo positivo o negativo. Y
de esas dos cosas muy elementales, binarias, uno va esculpiendo su
cerebro haciéndose a si mismo lo que uno cree que quiere ser.
-Pertenece a Colegio Nacional de México, ¿qué significa eso para usted?
-Somos un grupo de 40 con personas de diversos ámbitos:
pintores, novelistas, matemáticos, etc. Diego Rivera perteneció a la
Sociedad, así como Mario Molina (Nóbel de química) Octavio Paz o Carlos
Fuentes, recientemente fallecido, un grupo selecto de personas. Esto nos
otorga una posición vitalicia muy conveniente para los miembros, porque
tenemos mucha libertad para nuestro trabajo. El lema es ‘libertad por
el saber’. No dependemos de las instituciones, sino de nosotros mismos.
Somos libres.
-Eso, si las neuronas se lo permiten….
-Exactamente...